martes, 16 de febrero de 2021

¿QUÉ VOY A COMER AHORA?

¿QUÉ VOY A COMER AHORA?

CAMBIOS DE HÁBITOS

Todos los días de la vida de una persona - que puedes ser tú que estás leyendo esto - varias veces al día, aparecen repentinamente en la cabeza varias preguntas recurrentes. Siempre fue igual, desde siempre, desde que tienes uso de razón.

 

…y esas preguntas rondan siempre alrededor de las siguientes: ¿Qué voy a comer ahora? ¿Qué hay para comer? ¿Qué voy a comer en la cena? ¿Qué habrá de comer en la fiesta que me invitaron? ¿Qué habrá de comer donde me invitaron? ¿Qué haré para comer el domingo al mediodía ¿Me quedaré con hambre donde voy a comer? Y muchas otras más por el estilo.

 

Esto pasa porque desde niños - en la mayoría de los casos de las personas que hoy tienen problemas con los excesos de comidas - sus padres o abuelos les han enseñado que había que comer. Simplemente eso: que había que comer para crecer sanos y fuertes.

 

Cuanto más se comiera más sano y fuerte se iba a estar. ¡No dejes nada que sobre en el plato, cómetelo todo!, ¡La comida no se tira!, esos eran los mandatos generalizados, aun cuando tú sensación de hambre ya hubiera desaparecido.

 

Día tras día, meses tras meses, años tras años, todo lo que a una persona se le enseña desde que nace, va formando los hábitos con que se va a manejar durante el resto de su vida.

 

¿Pero qué es un hábito? Un hábito es una fuerza, es la fuerza de la costumbre, es una fuerza muy poderosa que actúa sobre nosotros y nos “damos cuenta” que eso ocurre. Los hábitos se alojan en el subconsciente, por eso no somos conscientes cuando los aplicamos. Un hábito es una fuerza que nos puede limitar o es una fuerza con la que podemos adquirir capacidades diferentes.

 

Los hábitos que pueden limitar a una persona, se consideran hábitos negativos. Los hábitos que pueden hacer adquirir capacidades diferentes y a la vez - si los hay - modificar los hábitos negativos, se consideran hábitos positivos.

 

¿Y cómo se adquiere un hábito?: Se adquiere únicamente por repetición continua de sentimientos, pensamientos o actos físicos. Podemos decir que hay hábitos afectivos que nos hacen sentir, hábitos cognitivos que nos hacen pensar y hábitos operativos que nos hacen actuar.

 

Durante muchos años y aún hasta hoy, la imagen de un niño delgado, en muchas personas se la asocia con que ese niño está enfermo. Como contrapartida en muchas personas todavía se considera que cuando un niño está “gordito” está sano.

 

También nos enseñaron que había que desayunar, almorzar merendar y cenar.

 

También nos enseñaron que cuando se hace una fiesta y sobre todo la fiesta de cumpleaños de cada uno, lo más importante es agasajar a los invitados con cierto tipo de comidas especiales que no se comen habitualmente y terminar la fiesta de cumpleaños con el rito o celebración de la ceremonia de apagado de las velas para pedir los tres deseos.

 

Siempre nos enseñaron que las velas iban montadas sobre una torta. La torta de cumpleaños.

 

También nos enseñaron que cuando una persona tiene hambre tiene que comer comida para dejar de tenerlo.

 

Eso es lo que la mayoría de las personas hace y viene haciendo a lo largo de toda la historia y funcionó perfectamente durante miles de años, para mantener a la población del mundo viviendo en delgadez saludable a largo plazo.

 

Pero desde el comienzo de la década de los años ochenta del siglo pasado, todo comenzó a cambiar.

 

Lo que históricamente era un equilibrio entre la medida de alimentos que la persona comía y gastaba durante el día para vivir, se fue poco a poco distorsionando.

 

En principio fue por el agrandamiento de las porciones que se “crearon para compartir” y que después no se compartieron más.

 

Luego a esto se sumó poco a poco, la irrupción masiva de las tecnologías y la forma de comprar los alimentos (control remoto de la televisión, electrodomésticos, automóviles más económicos al alcance de más personas, supermercados, restaurantes, estaciones de servicios con shops, proliferación de kioscos y negocios de venta de comida, envíos a domicilio, etc.).

 

La comodidad de tener cada vez los alimentos más cerca y al alcance de la mano, el poco movimiento que se necesita para obtenerlos, sumado a la cantidad de horas que pasa una persona frente a la pantalla del televisor o computadora, hicieron que el sedentarismo enfermante se fuera adueñando de la mayoría de la población.

 

Las personas que han nacido después del año 1970, generalmente, no pueden recordar cuales eran las medidas de alimentos suficientes que se servían en las mesas de las casas de sus familiares, antes de que poco a poco se fueran desvirtuando y aumentando por presión de la sociedad de los excesos o consumos excesivos.

 

Cuando una persona viene escuchando desde niño en forma diaria palabras o frases tal como, desayuno, almuerzo, merienda, cena ¿Qué voy a comer ahora?  O ¿Qué hay para comer?, fiesta con torta de cumpleaños, tenedor libre, ¡Te felicito! Y te premio con chocolates, alfajores o bombones, esas palabras, frases o actos concretos, van formando los hábitos y costumbres que marcarán su vida posterior en este tema.

 

Todas estas palabras y los actos para llevarlas a cabo van formando los hábitos en un niño respecto a su forma de alimentarse y su forma de pensar. De acuerdo a esos hábitos será su vida en este tema.

 

Mientras no hubo distorsión en las medidas de lo que se servía en los platos, y el balance de movimiento del cuerpo diariamente era el correcto, la población del mundo oscilaba en un 15% de personas que tenían sobrepeso u obesidad. Hoy está en el 65% y subiendo rápidamente.

 

Esa diferencia del 15% al 65% o sea un 50%, son personas que hace treinta o treinta y cinco años eran delgadas o nacieron delgadas y producto de la combinación entre la distorsión en las medidas en que vienen empaquetados todos los alimentos, sumado a la pasividad de movimientos en el cuerpo, hoy forman parte de la masa de personas con sobre peso u obesidad existente en nuestra sociedad, con las consecuencias en la salud y el ánimo de cada una, que esto produce.

 

Este 50% de personas que eran delgadas fue engordando “sin darse cuenta” a razón de medio kilo por año o un kilo por año y hoy “sin darse cuenta” se encuentran con quince, treinta o más kilos de sobrepeso.

 

Muchas de estas personas - entre las cuales puedes estar tú, que está leyendo esto en este momento - han querido perder peso en una o varias oportunidades.

 

¿Cuáles fueron las motivaciones? Al principio, probablemente, muchas veces fueron estéticas y con el paso del tiempo fueron variando debido a los problemas de salud o psicológicos que el sobre peso u obesidad acarrea en la persona, cuando se transforma en una asignatura pendiente que no se termina de resolver.

 

¿Cuál fue la propuesta que siempre te han dicho cada vez que intentabas hacer algo para perder peso?: “Debes hacer una dieta restrictiva, debes de dejar de comer lo que te gusta y en las cantidades que te gustan para perder peso”.

 

Cada vez que tú te encontrabas con esa propuesta, muy adentro de ti, aunque no te dieras cuenta en ese momento o no fuera en forma consciente, esas proposiciones te sonaban en tú cabeza de la siguiente manera:

 

Debe = me suena a imposición, a obligación.

Dieta = me suena a restricción (no voy a poder comer nunca más lo que yo quiero, por eso siempre me “despido” con una comilona antes de comenzar).

Perder = ¿Cómo voy a perder si a mí no me gusta perder a nada?

 

Nunca aparece una sensación de alegría o bienestar cuando una persona por obligación o imposición debido a las circunstancias debe comenzar una dieta restrictiva para perder peso.

 

Pero eso ya es historia del siglo veinte, ¡Sí! una historia del siglo pasado, donde para solucionar estos temas te daban las repetidas, tradicionales, antiguas, viejas, caducas, obsoletas, perimidas, cortoplacistas e imposibles de sostener a largo plazo en el tiempo dietas restrictivas reengordantes de las creadas en el siglo veinte.

 

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