viernes, 4 de agosto de 2017

LOS AGUJEROS DE LA VIDA

LOS AGUJEROS DE LA VIDA
¿Alguna vez tuviste una caries?
Cuando tenemos una caries, se genera un agujero en la muela, que al estar al descubierto se infecta y produce dolor. Lo primero que hacemos cuando sentimos dolor es ir al odontólogo para que nos la cure. ¿Por qué hacemos esto? Porque el dolor físico que produce una caries es simplemente inaguantable, y si no hacemos nada al respecto aumenta cada vez más.
El odontólogo nos dice que fue una decisión acertada acudir a él en esta instancia, porque si nos hubiéramos quedado solos no hubiéramos podido resolver el problema. Nos explica el procedimiento de cura con lujo de detalles: primero nos aplicará la anestesia para que no nos duela, después nos pasará el torno para limpiar toda la zona, y nos advierte que sentiremos una pequeña molestia, una sensación rara, pero nos tranquiliza diciendo que no llegará a ser dolor. Luego llenará ese agujero con capas de amalgama hasta el borde, y por último va a pulir y dar brillo a la superficie. De este modo, ESA CARIES ya nunca más nos va a molestar; vamos a tener solucionado de por vida el problema por el cual acudimos al odontólogo.
El agujero que aparece en la muela nos trae dolor físico, y por eso intentamos solucionarlo lo más rápido posible. ¿Pero… qué sucede con los agujeros que aparecen en nuestra vida?
Hace pocos días, dirigiendo una sesión motivacional, una participante llamada Lorena S. (no es su nombre real), mostró una foto de una pareja joven con una niña en brazos, y dijo:
“¡Sí, ésa era yo! Y ahí está papá gordito… le gustaba cocinar… falleció a los 71 años… y mamá era tan linda… unos padres excelentes, recibí mucho amor y cuidado desde chica. Pero esto no lo puedo superar. La ausencia de mis padres me angustia, y cada vez que siento esa angustia, como. Cada vez que lagrimeo frente a una foto de ellos, como. Ellos me dieron tanto… y siempre me decían que me cuidara. Cómo se los extraña… Es como si tuviera un agujero, pero ¡la vida sigue!”
La mayoría de las personas en algún momento de la vida pueden llegar a tener sentimientos como este u otros similares, si es que no los han tenido todavía.
Eso es lo que yo denomino “los agujeros de la vida”.
Por dicha razón una de las frases de mi libro dice “Los agujeros de la vida hay que llenarlos con vida y no taparlos con comida o bebidas alcohólicas.”
Todos los seres humanos tenemos “agujeros en la vida”. La mayoría son agujeritos muy chiquitos y prácticamente imperceptibles, producto de las situaciones que se viven del día a día, y son llevaderos; y se van llenando con la vida diaria. Pero algunos en ciertas ocasiones tenemos baches de la calle, otros nos enfrentamos con cráteres de la luna, y algunos inclusive nos topamos con el Gran Cañón del Río Colorado.
Voy a referirme a las personas que, al igual que yo, tenemos adicción a los excesos -en mi caso al exceso de comida. Pero a la hora de intentar taparlos, los agujeros de la vida se pueden tapar con lo más variado que la imaginación proponga. La mente de una persona es frondosa en cuanto a ideas nuevas para montar fábricas de “tapas” y tener una producción constante-mente que luego se transforma en constante-miente asegurada.
¿Qué significa ponerle una “tapa” a “un agujero de la vida” para aquellas personas quienes tienen adicción a los excesos de comidas, bebidas, trabajo, juego, compras? Es ni más ni menos que responder automáticamente y meter algo por la boca para “calmar” esa sensación extraña que se produce en el momento que nuestra mente toma contacto con la situación propiamente dicha o el recuerdo de la situación que provocó el “agujero de la vida”.
Eso provoca un alivio momentáneo, un placer instantáneo que nos hace olvidar por unos momentos lo que estábamos pensando y que nos había causado el malestar. Pasado ese momento, el cuerpo ya tiene más calorías en su interior, o menos dinero en su bolsillo (en el caso del juego, compras y otros), mientras que su situación sentimental sigue exactamente igual. El problema sigue estando, nuestros sentimientos hacia ese recuerdo no cambiaron.
 Cuando una persona le pone una tapa con comida a un agujero de su vida está simplemente poniéndole una tapa. Cuando esa tapa hace la digestión y se va, el agujero queda destapado nuevamente y pide que lo vuelvan a tapar. Así continúa una y otra vez. Esa persona volverá a hacer lo mismo cada vez que sienta en la cabeza o en el cuerpo la presencia del “agujero de la vida”.
¿Cómo podemos relacionar el ejemplo de la caries con nuestros propios “agujeros de la vida”, esos continuos manotazos que damos en los más diversos horarios, en los más diversos lugares y de las más diversas formas para “tapar” esa sensación que nos aparece repentinamente?
Podemos comenzar diciendo que el agujero de la caries es el equivalente a nuestro agujero de la vida. Pero… ¿Por qué cuando se trata de una caries tratamos de solucionarlo lo más rápidamente posible y cuando se trata de nuestra vida postergamos la toma de decisión, aún en casos extremos, a riesgo de deteriorarla o perderla?
Porque los agujeros de la vida no duelen en el cuerpo… ¡Duelen en el alma!
Esa es la diferencia con el dolor físico que nos hace salir corriendo a solucionarlo. Los dolores del alma no duelen en el físico -lo que duele es el resultado que se va produciendo en el físico por no saber cómo resolver el dolor del alma-. Los dolores del alma duelen en el corazón y producen reflejos en la mente. Piense qué es lo que pasa primero cuando aparece algún agujero de la vida en su cabeza: se estruja el corazón.
Para continuar con la analogía podemos inferir que el acudir al odontólogo es equivalente en nuestro caso a no quedarse en soledad para resolver nuestro agujero de la vida, por más pequeño que sea (no olvidemos que los agujeros de la vida generalmente tienden a agrandarse en soledad) y acudir a un lugar donde tengan la solución para los “agujeros de la vida”, ya sea un lugar especializado, una persona, un profesional con experiencia, una institución religiosa, o un amigo, entre otros.
Podemos destacar también que la anestesia es el efecto de tranquilidad y alivio que produce, por un lado, el tomar la decisión de encarar el problema que causa el agujero de la vida, y por otro, el tomar contacto con personas o instituciones que se dediquen a resolver estos temas.
Podemos decir que el torno equivale en nuestro caso a las palabras y testimonios de otras personas que ya han pasado por situaciones similares y han solucionado sus problemas. Al escucharlas nos damos cuenta de que no estamos solos, ni somos los únicos que tenemos esos problemas que causan los “agujeros de la vida”. A través de esos testimonios nos podemos dar cuenta que hay situaciones que no podemos ver por nosotros mismos y que ni siquiera nos habíamos estado dando cuenta que nos estaban pasando.
La pequeña molestia o “sensación rara” equivale a salir de ese sopor que la vida nos tiene hasta este momento, específicamente en el área a la cual nos estamos refiriendo. Y se produce una nueva sensación extraña, pero esta vez de calma, cuando nos damos cuenta que existen salidas novedosas, en compañía, para un camino que antes creíamos no tener salida.
Las capas de amalgama equivalen a las capas de vida, con que vamos a ir llenando esos “agujeros de nuestra vida”. La amalgama es un material creado especialmente para no causar ningún rechazo y permanecer en su lugar para siempre. Las capas de vida son las situaciones que hay que vivir en cada momento de nuestra vida, para ir llenando esos espacios vacíos que nos llevan a cometer los excesos y están hechas de un material que calma, protege y no causa ningún rechazo al ser humano. Están hechas de amor, de paz, de compañía, de palabras y de suficiencia.
El pulido equivale a la culminación de todo el proceso, desde la toma de decisión hasta la resolución del tema tratado.
El brillo final que resulta de pulir una caries represente el brillo de nuestro corazón, el brillo de nuestra sonrisa y el brillo de nuestros ojos cuando resolvemos algún “agujero de nuestra vida”. Estos brillos se juntan en un solo haz, se logra la sinergia, se potencian e irradian una enorme luminosidad que demuestra nuestra bondad, tranquilidad y placer a nuestros seres queridos, familia, amigos, y a la sociedad en general.
Por lo tanto, si entendemos y nos damos cuenta que de seguir haciendo siempre lo mismo vamos a seguir logrando los mismos resultados, creo fervientemente que luego de una reflexión profunda deberíamos pedir ayuda donde corresponda, para comenzar paulatinamente a llenar cada “agujero de nuestra vida” con la vida que nos merecemos.

Richard Frenkel

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